
“Vamos a defender la Patria en Escuela 331, su gente, su vida y la educación !!
La Escuelita 331 es más que una “escuela”.
Este es el crudo escenario de la Escuela rural 331 de Río Chico Abajo, a punto de cerrar sus puerta por decisión del ministerio de Educación de Río Negro. La Resolución 1799/17 le impone una suspensión temporal a la escuelita ante la baja densidad de alumnos.
Los vecinos cuentan que la escuela es un punto de encuentro para quienes habitan los desolados rincones del desierto patagónico. El gremio docente (UNTER), asegura que los motivos son económicos y que no se ha considerado el rol socializador que desempeña el espacio al que también asisten 16 adultos en proceso de escolarización.
Su única docente Gladys Osovnikar, junto a los habitantes de la zona, formaron un grupo en Facebook que ya tiene cerca de 2000 “Amigos” y otro en Change.org, en cual solicitan la continuidad al gobernador Alberto Weretilneck. Más de 20 mil personas apoyan la convocatoria.
La Escuela primaria 331 de Río Chico Abajo fue fundada en 1997
en un edificio que originalmente era un salón comunitario. Está a 40 kilómetros
de Río Chico, la localidad más cercana con 282 habitantes. Son 100 menos que en
el anterior censo de 2001. La crisis del campo obligó a decenas familias de la
Línea Sur a mudarse a las grandes ciudades, dejando a tras sus tierras y su
cultura.
Pero la Escuelita 331 es más que una “escuela”. La institución se erige como un núcleo vital de encuentro en los límites del paraje, rodeado de cerros pelados y clima desértico. Sus estudiantes y vecinos han llegado tradicionalmente a pie, en bicicleta o a caballo para asistir a clases o conversar, rompiendo con el aislamiento impuesto por la geografía.
“El gobierno aduce falta de matrícula pero no ve que la escuela es el centro de la vida de la comunidad. Una escuela que cierra deja a un paraje sin su espacio de encuentro independientemente de que existan niños en edad escolar. "
Para su única docente, el conflicto de la Escuela 331 supera los límites de la enseñanza. Es además una cuestión de amor propio y de vínculo con la tierra. “No es fácil vivir en el campo, en estos lugares aprende de los silencios, oscuridad, negatividades propias de la adversidad pura a convertirlas en fortalezas, de luchas continuas y a descubrir que se puede no importa el tiempo y aprender a canalizar las energías desencontradas, gracias por estar siempre acompañándome de todos los lugares de mi provincia y país”, relata Osovnikar.