
AIC: Inconcebibles exigencias de Buenos Aires sobres los volúmenes hídricos del Río Negro
Editorial: APP Noticias
A fines del siglo XIX
y principios del siguiente, el ingeniero Domingo Pronsato volcaba en planos sus
sueños de construir un canal aductor que naciera en la localidad rionegrina de
Guaria Mitre destinado a llevar agua potable y para uso industrial a Bahía
Blanca y todas las localidades intermedias que se encontraban entre esos dos
puntos geográficos.
Ese fue el mismo punto de la ribera norte del río que eligió el ingeniero Carlos Wauters, autor de un proyecto para regar 300 mil hectáreas en el área Guardia Mitre-Patagones que no llegó a tener viabilidad. Eran los mismos tiempos que Enrique Julio palpitaba otra quimera como la de constituir “una nueva provincia” argentina a expensas de los entonces territorios nacionales de Río Negro, Neuquén y La Pampa, con capital en Bahía Blanca.
Ninguno de esos proyectos pudieron concretarse, pero las ideas concebidas siguieron su curso con objetivos más ambiciosos y tuvieron seguidores. Pronsato indico al río Negro como el gran reservorio de toda una gran región, y el sueño de la nueva provincia se materializo en el diario de la familia Julio, cuyas acciones fueron transferidas después de más de cien años de permanencia a otra empresa editorial.
Ambos integraron una brillante elite y estuvieron impulsados por una visión casi imperial sobre las jurisdicciones sureñas a las que las concebían naturalmente pertenecientes y sujetas a la hegemonía de Bahía Blanca, como “puerta y puerto” de la Patagonia. Tomando como base a la obra diseñada por Pronsato, hubo otros desconocidos teóricos que sumaron a las obras del viejo proyecto, otros alcances como el del trasvasamiento de las aguas del Negro al Colorado tomando el agua en Chelforó, en la zona del Valle Medio rionegrino, para regar zonas en los partidos de Patagones y Villarino, desalinizar el Colorado, poner en valor miles de hectáreas en el área limítrofe con La Pampa y solucionar el problema del agua a Bahía Blanca.
Todo este esquema ideológico de primacía que pretendió tener una definitoria gravitación concreta en el desarrollo regional tuvo incidencia en el aprovechamiento de la estratégica salida marítima de Ingeniero White desde donde partieron durante muchos años los productos rionegrinos en general, en especial las manzanas y peras del Alto Valle. Y también incluyó la construcción del todavía inconcluso ferrocarril Trasandino del Sur desde Bahía Blanca hasta Zapala, en Neuquén, para alcanzar los puertos chilenos, obviamente competitivo con el ferrocarril bioceánico rionegrino, uniendo Viedma, San Antonio, Bariloche y las salidas marítimas del país trasandino.
Este conjunto de elaboración conceptual para obtener la preeminencia de una región no fueron elucubraciones de diletantes sino de gente acción en el mejor sentido, que influyeron en grupos de presión y factores de poder y de medios periodísticos durante todos los gobiernos nacionales y provinciales, a los que sumaron oficiales de alta graduación del V Cuerpo de Ejército y estamentos de la Universidad Nacional del Sur, ambas instituciones con asiento en Bahía Blanca.
Se deben sumar además como aliados y copartícipes, a las cámaras de productores, la industria y la producción de todas las localidades integrantes del hinterland, y en espacial CORFO, la autoridad del sistema de regadío del valle del río Colorado. Los técnicos de este organismo oficial, una vez realizada la reunión de los gobernadores del COIRCO en octubre de 1976, presidida por el ministro del Interior general Albano Harguindeguy, que incluyó coactivamente sin que estuviera incluida en el temario previo la figura del eventual trasvasamiento del Rio Negro a la cuenca del Colorado, se convirtieron sin inhibiciones en los verdaderos apóstoles en favor de la realización de ese emprendimiento. Inclusive inmediatamente después de que la legislatura rionegrina sancionara la ley 1906 rechazando por inconstitucional ese acuerdo de los gobernadores de facto en contra de los intereses rionegrinos.
Emprendimiento que como ha sido plateado en forma imprecisa aparece como una obra faraónica, de costos imposibles de sostener, sin relación con la ecuación de costos beneficio y con muy serias falencias técnicas que lo tornan inviable “a priori”, sin computar el profundo rechazo que genera en Rio Negro y Neuquén, los restantes condóminos del recurso, tanto en las esferas oficiales como en la opinión pública.
Tampoco puede obviarse aquí el hecho incontrovertible que en los sucesivos gobiernos tanto nacionales como los de la provincia de Buenos Aires los funcionarios de esas jurisdicciones han cumplido representación directa o indirecta de esos intereses, como por ejemplo dos recientes intendentes de Bahía Blanca, agentes de una causa que siempre se mantuvo oculta o por lo menos resguardada con llamativa discreción aguardando alguna especial oportunidad para someterla a la opinión pública. ¿Es que ahora parece haber llegado ese momento culminante?
Sin ir más lejos, durante el años pasado se realizaron unas jornadas para tratar el aprovechamiento integral de los ríos Colorado y Negro en los partidos de Patagones y Villarino auspiciadas por la Secretaria de Recursos Hídricos a lo que asistieron funciones de lambas jurisdicciones, de la Nación y Buenos Aires, y allí sin el más mínimo pudor entre los temas a tratar figuró el tema del trasvasamiento del rio Negro, que por alguna prudente sugerencia quedo relegado a un piadoso olvido momentáneo.
Un poco antes, en el 2014, en una jornadas realizadas en el Centro Municipal de Cultura en Viedma, con la presencia de funcionarios del PROSAP, otros organismos nacionales, provinciales, y productores donde se trato la posibilidad de regar 400 mil hectáreas en Río Negro, un acto fallido del entonces ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca Carlos Casamiquela destapó el secreto y anticipó que una de las tareas de la cartera a su cargo era impulsar el trasvasamiento del Negro al Colorado.
Es decir que todos los antecedentes mencionados en distintas y reiteradas ocasiones desde esta columna periodística referidas a que el tema del trasvasamiento o como se lo quiera denominar era una realidad latente y con un vigoroso impulso vital, como así la presencia e incansable actividad y decisión de sus impulsores, no fueron exageradas ni alarmistas: solamente objetividad pura y seriedad profesional.
Pero debe aceptarse que las desmesuradas e inconcebibles exigencias recientes planteadas por Buenos Aires sobre los recursos hídricos del río Negro, teniendo solo el 4 por ciento de la cuenca y escasos cuarenta o cincuenta kilómetros de costa fluvial en la margen norte desde la desembocadura, hasta el Meridiano V, plantea desde ya una despropósito y una situación desconocida y alarmante en el seno de la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas de los ríos Negro, Limay y Neuquén. Buenos Aires pretende 200 metros cúbicos por segundo, no se accedió a su requerimiento, y eso lo resolverán los estudios, actitud que sienta un precedente técnico y ningún otro arbitrio o jerarquía.
¿Perdió valor el estudio integral del río Negro realizado por la ex Agua y Energía siendo jefe del DPA, Juan Ricardo Kugler, cuyo diagnóstico fue que la provincia tenía más tierra que agua, y que no había saldos hídricos disponibles para terceros, ecuación que se repitió hasta el cansancio?´
En primer lugar en su Consejo de Gobierno, donde reside la capacidad de decisión política que surge de la presencia de los gobernadores Alberto Weretilneck y Ricardo Gutiérrez por las provincias norpatagónicas y María Eugenia Vidal por Buenos Aires, que a la par de los estudios técnicos que la AIC nunca realizó y se efectuarán ahora, deberán llegar a acuerdos razonables y equilibrados para la adecuada utilización del recurso compartido.
Todo este invento y ficción del trasvasamiento, como ya lo afirmáramos, quedará aclarado por su imposibilidad de llevarlo a cabo por los inevitables resultados de estudios serios de rigor científico.
El interrogante es quiénes serían los responsables de efectuar los estudios de esa magnitud, existiendo graves contradicciones entre los protagonistas. Por ejemplo Rodrigo Silvosa funcionario bonaerense, anticipó erróneamente el sábado a La Nueva Provincia que el estudio para elaboración del Plan Director sobre los volúmenes del río Negro será licitado por la AIC antes de fines del corriente año y que se habría optado porque lo lleve a cabo una consultora privada.
En las antípodas, tal dato fue desmentido y se pudo comprobar que los funcionarios y técnicos rionegrinos y de la AIC sostienen que hay personal especializado, y se sumarán técnicos de las jurisdicciones para conformar un equipo solvente para afrontar el desafío, resolver el problema y dejar de lado a las empresas consultoras. Se sabe que hay apuros en ponerse rápidamente de acuerdo para unificar los criterios de calificación y análisis de los proyectos y que las tareas se puedan iniciar en el presente año.
Buenos Aires tiene derecho a cupos de aguas del rio Negro en su carácter de condómina y serán entonces lo que le corresponde, ni un metro cúbico de más, previo contemplar si los proyectos presentados pueden ser sometidos a análisis científico y de rigor técnico, empezando por la obra de trasvasamiento y otras que fueron presentadas en días recientes en muchos casos carentes de todo sustento.
Existen fuertes presunciones que ha habido un apresuramiento en estos últimos pasos dados por funcionarios bonaerenses ante la AIC, presentando los proyectos de riego, que han sido interpretados como la intención en alguna medida cumplida de obtener repercusión mediática y electorales que pero que no resultaron gestiones concretas o de avances para esos emprendimientos.
Por otra parte, los estrategas de este tipo de acciones o golpes de efecto que irrumpen en el escenario regional planteando la descabellada exigencia de que se le comprometa a Buenos Aires un cupo hídrico de 200 cúbicos por segundo todo el año, no han ganado más que el rechazo de los comprovincianos que por ser en su mayoría ribereños conocen muy bien el poco caudal del rio en toda su extensión.
En definitiva, como afirmaron los gobernadores Omar Gutiérrez y Alberto Weretilneck, se imponen primero los estudios para apreciar lo que queda como rescatable, y después las reuniones para tratar de unificar criterios y llegar a consensos, si vale la pena.
Quienes estamos enrolados en la causa de la defensa irrestricta del río ratificamos la doctrina oficial que vinieron construyendo las administraciones provinciales y sus organismos técnicos como el Departamento de Aguas, sobre una firme oposición al trasvasamiento de las aguas del Negro a otra cuenca priorizando nuestro propio desarrollo, convencidos que el tiempo e irrebatibles argumentos técnicos nos otorgaron la razón.